DES-A-PRE-(HE)NDER

Editorial de A*Desk. Marzo 2022. Número 195. Bonart

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Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo

Desaprender nos hace pensar en esta cita de Wittgenstein a la que le dábamos vueltas cuando éramos estudiantes y sobre la que nos surgen dudas si puede ser realmente posibilitadora: “Mis proposiciones son explicaciones, pero de este modo: quien me entiende las reconoce al final como absurdas o carentes de sentido, cuando, subido a sus hombros, ha logrado auparse por encima de ellas, tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado. Tiene que superar esas proposiciones; entonces verá el mundo correctamente”. Recuperar esta cita ahora nos hace darnos cuenta de lo que nos hemos alejado de Wittgenstein. ¿Qué es ver el mundo correctamente? Y sobre todo, ¿es posible alejarse de las proposiciones que nos atraviesan y conforman? Descolonizarnos, reimaginarnos e incluso repensar nuestros deseos, ¿es a-prender o des-prender-se de? La contradicción y el antagonismo parecen ser constitutivos del propio aprendizaje, que se desvela mostrando sus límites a la vez que nos invita a superarlos; que es una herramienta disciplinar y también emancipadora. 

Pablo Martínez introducía así el seminario “Aprender a imaginarse”: “para crear nuevos mundos, luchar por otras formas de vida y construir distintas configuraciones de lo social es necesario primero imaginarlos”. Siendo la imaginación indisociable del juicio estético y de los procesos artísticos, no es de extrañar que los centros de arte devengan espacios idóneos —con sus inmensas contradicciones— para el aprendizaje, o para desprenderse de algunos conocimientos que nos sujetan, recuperando la idea del impopular Heidegger del arte como “apertura de mundo”. Así, los programas públicos y educativos parecen reivindicar su espacio, absorbiendo los debates y las prácticas contemporáneas, forzando los procesos e intentando propiciar un verdadero cambio institucional. De la misma manera reclaman su protagonismo los centros de estudio, las residencias, los proyectos de investigación, las colaboraciones con entidades y colectivos que abren crisis y nos invitan a vivir en un cuestionamiento permanente. Es necesario señalar la relevancia de todo aquello que sucede en el espacio museo más allá de lo expositivo y que hace que su función de mera caja contenedora de obras se nos presente como algo obsoleto e irrelevante; y sin embargo, las exposiciones mantienen su estatus, el foco mediático, al amparo de un mercado, y sus presupuestos son abismales comparados con el resto de programas de los museos. Pero, ¿puede la experiencia estética autónoma que se produce en una sala de exposiciones hacernos aprender o jerarquiza aún más al público favoreciendo la idea de espacio excluyente? Tal vez sea el momento de des-prender-se de la escalera en la que nos encontramos encaramadas, si encontramos que ya gran parte de sus proposiciones son absurdas o carecen de sentido.

Vista Oral

 

Wittgenstein, Ludwig. Tractatus logico-philosophicus. Edición de Valdés Villanueva, L. M., 5ª ed., Madrid, Tecnos, 2017

Seminario “Aprender a imaginar-se”, MACBA, noviembre 2017