Inútil #1: Fermín Jiménez Landa

56x45x25

29.10.2016 – 15.11.2016

*Para visitar la exposición escríbenos a 56x45x25@vistaoral.net

Fermín Jiménez Landa. (Pamplona,1979)

Realiza acciones, intervenciones públicas, video, instalaciones o dibujo, Fermín Jiménez Landa trabaja en procesos de equivalencia, inversión e intercambio que nos hacen ver la realidad desde un punto equidistante entre lo absurdo y lo sensato, lo entrañable y lo iconoclasta, lo empírico y lo inverificable. En sus acciones suele darse una mínima intervención de la realidad, un análisis lúdico de los ritos cotidianos, pequeñas situaciones temporales que suelen condensarse en objetos. Son trabajos en los que se materializa el lenguaje y se verbaliza la materia, pasando de lo particular a lo universal y viceversa. Son, por lo general, una oda a la inutilidad.

Ha cruzado España en una línea recta perfecta de piscinas, ha desempatado las dos torres más altas de Barcelona con un abeto de plástico, ha conquistado un islote griego con un himno nacional, ha viajado sin tocar puertas, ordenado confeti por colores y plantado secuoyas gigantes en las calles.+info

«Tengo una propuesta que puede ser baratísima o irrealizable, no tengo ni idea de cómo está el mercado americano…»

Tres fotos y una frase, así comienza nuestra colaboración con Fermín.

56x45x25 toma como punto de partida un sistema métrico, un parámetro cultural donde se hace muy vigente la paradoja y la utopía que supone la traducción. El lenguaje es un configurador de realidad y también potencia determinados imaginarios, uno de ellos es del que partirá este proyecto.

En España existe la creencia de que los americanos pueden conseguir un coche de la misma manera que te compras el periódico. La facilidad y la vinculación del americano de a pie a la utilización de un vehículo ha sido alimentado por innumerables series y películas que copan los principales canales televisivos de toda Europa.  En ellos el más imbécil de los  adolescentes de clase baja-media consigue su primer coche cuando aún no tiene ni derecho al voto; también se baraja el hecho de que te puedes mover con un coche hecho trizas y que no existe nada semejante a la ITV y otros controles europeos. En este punto cabe aclarar también, que hasta hace un mes ninguna de nosotras tenía carnet de conducir, desde entonces la residente en LA, sí.

El planteamiento de que el primer proyecto en 56x45x25 fuera meter un coche en un garaje vacío, nos estimuló, también por la inmensa pérdida de tiempo que supone convertir un garaje en espacio expositivo para acabar metiendo un coche. Fermín propone enviar su llave del buzón, de ahí la foto de su mano, y animar a rayar el coche, una agresividad cosificada que incita a la lectura de multiplicidad de capas.
Dicho esto, sólo quedaba la tontería de conseguir un coche, una inversión, de qué ¿250 dolares?, asumible, a pesar de nuestra precariedad. Lo primero que hicimos fue preguntar a gente de LA. Nos sugirieron dos vías: chatarreros y Craiglist. Nos pusimos manos a la obra y visitamos la zona de chatarreros de la ciudad. Pensábamos que sería fácil, pedir prestado un coche de desguace durante tres semanas, usarlo para el proyecto y devolverlo después. Quizás pagar por ello un puñado de dólares. Después de varias conversaciones entendimos que esa vía no era sencilla. Los chatarreros venden los coches por piezas. Las piezas rayadas no valen. Además los coches tienen seguros civiles y están a nombre de los chatarreros, que no parecían estar por la labor de dejar durante tres semanas un coche a unos desconocidos que iban a hacer con él algo que no entendían. Descartamos la opción.

Empezamos entonces la búsqueda en Craiglist. Googleamos sobre coches, tema del que no sabemos absolutamente nada, objetos a los que nos referimos a partir de sus formas y colores. Aprendimos algo, al menos entendimos qué era un título “savage” y uno “clean” y valoramos dos posibilidades:

a) Comprar un coche que no funcionase muy barato, usarlo para el proyecto y llevarlo después al chatarrero

b) Comprar un coche que funcionase muy barato, usarlo para el proyecto y conducirlo después, con las rayaduras incluidas. Opción que nos parecía que dotaba al proyecto de mayor significado. Poner en cuestión determinados valores establecidos, la disciplina, el miedo. El acto de violencia hacia nosotras sin un escenario simulado.

Estos detalles nos fascinaron en CraigsList. Anuncios de coches en los que se tapa la matrícula

Después de horas de búsqueda en Craiglist encontramos unos cuantos coches que encajaban con las dos opciones. Visitamos a los vendedores. Probamos los coches. Estuvimos apunto de comprar uno, un Saab blanco descapotable. Había tenido un accidente grave hacía unos meses, pero lo habían reparado. Cuando nos disponíamos a comprarlo tuvimos un percance con el vendedor, que sintiéndose incómodo ante nuestras insistentes preguntas sobre las condiciones del coche, alzó el tono de la conversación llegando al límite de querer “arreglarlo en la calle” con un tono bastante violento. Ante los claros síntomas de desequilibrio de nuestro interlocutor y lo sencillo que resulta partirnos la cara, decidimos no comprarlo y volvimos a casa sin coche.

Estos contratiempos no nos desanimaron. Encontramos otro que nos gustaba mucho, un t-top granate, antiguo, pero con la carrocería en muy buen estado, imprescindible para llevar a cabo la rayada colectiva durante la exposición. Condujimos dos horas hasta Moreno Valley, el lugar en el que el vendedor tenía el coche. Nos encontramos con él. Nos paseó en el coche. Después de mucho insistirle nos permitió probarlo. No funcionaba muy bien, pero negociamos un precio bastante más barato del inicial, así que nos animamos y decidimos comprarlo. La transacción fue en efectivo. Cogimos el coche para volver a casa. 45 segundos después de estar conduciéndolo nos paró un policía. Al parecer la matrícula era falsa. Le explicamos que acabábamos de comprarlo, le enseñamos los papeles, también una fotografía que tomamos del ID del vendedor. El policía sonrió de medio lado. El vendedor era conocido en la zona. Al parecer había salido hacía poco de la cárcel, había tenido problemas con la venta de coches de segunda mano. Nos habían timado. Al día siguiente fuimos al DMV, el Tráfico de LA, a averiguar el estado del coche y a poner el coche a nuestro nombre. El coche resultó tener unos cuantos pagos pendientes, que ascendían a unos 500 dólares. Fuimos también al mecánico. Arreglar el coche y ponerlo en condiciones para conducirlo nos costaría unos 2000 dólares. Conseguir que pasase la prueba de emisión de gases para poder conducirlo costaría unos 250 dólares. Decidimos no arreglarlo ni hacer las gestiones para ponerlo a nuestro nombre. Lo usaremos para el proyecto. Después lo llevaremos a un chatarrero. No lo conduciremos. No ocultaremos que aquí empezó el desánimo y también el cuestionamiento de la viabilidad del proyecto.

La motivación fue Fermín. El trabajo de Fermín está vinculado a procesos que parecen tener un final impreciso, inicios anecdóticos en los que se produce un trayecto cuya incorporación del accidente es parte de la propia obra. La curiosidad como punto de partida desde donde se baraja el fracaso como posibilidad, y nunca se llega a saber del todo si el engaño. Nos habíamos convertido en un sujeto activo de uno de los múltiples cuestionamientos que le pasan por la cabeza a Fermín. No había marcha atrás, y tampoco hacia adelante, este acto irrelevante y totalmente inútil era ya el proyecto, de ello éramos consciente mientras hablábamos con Fermín por Skype, desde tres puntos distintos del planeta: Los ángeles, Barcelona y Finlandia, en concreto, la isla de Suomenlinna. Reuniones plagadas de errores técnicos que eran en sí mismas un disparate y a la vez sumamente enriquecedoras.

Continuamos en el punto en el que lo habíamos dejado. Fermín nos enviaría su llave del buzón desde Helsinki por Fedex. Fedex se desveló como un absurdo más, que si no tuviera una función, podría considerarse una acción poética. La propuesta del envío por parte de la empresa de mensajería era, que puesto que nosotras lo imputábamos a nuestra cuenta, se haría un envío de un sobre vacío a las oficinas del lugar donde Fermín está realizando su residencia artística, entonces él introduciría la llave en el sobre con las etiquetas correspondientes y nos lo enviaría de vuelta, todo este juego de temporalidades hacía inviable el hecho de que la llave llegara a tiempo.

  • La otra cosa es que mañana yo voy a España, supongo que no cambia las cosas, que las envíemos desde aquí o desde allá
  • Fermín, ¿nos vemos en el Cinco?

Tal vez tres horas y media en un tren para llegar a un bar es moco de pavo para cualquier residente de Los Angeles, no para ningún español de a pie. Finalmente a 20 de octubre de 2016, a horas inexactas de la noche, Fermín nos ha entregado la llave de su buzón tras citarnos en el Bar Cinco de Valencia, lo más cercano a una oficina que hemos tenido para trabajar juntos.

La llave llegó a LA el Lunes 23 de octubre, a pesar de la incertidumbre en la que nos habían sumido las quejas del mensajero de Fedex por no tener las impresiones suficientes de los albaranes y un sistema informático que no indicaba que el timbre de la casa no funcionaba correctamente.

Todo parecía estar encaminado, nos centraríamos en trabajar el contenido de la publicación así como los nimios detalles que no dejan de ser fundamentales en el montaje de una exposición.

Entonces el coche desapareció, cuando el proyecto quedaba supeditado a sus fines técnicos. Se lo había llevado la grúa.

Recopilemos hasta este punto el cúmulo de errores que de este coche sabíamos: matrícula falsa, deuda adquirida, cincuenta dueños previos, y no estaba a nuestro nombre por todo lo anteriormente dicho. Los acontecimientos concatenados como si fuera todo una simulación masiva, un engaño de Fermín y nosotras como sujetos activos infiltrados en este continuo sabotaje.

Llovía en California, el tiempo que acompaña a cualquier psicodrama, y que en ciudades como Los Angeles, producen por ejemplo, que se caigan los sistemas informáticos de las Delegaciones de Tráfico de toda la ciudad. Tras dos días de arduas esperas, pagar multas y deudas adquiridas por otros, se pudo recuperar el coche y reanudar el proyecto. Y así en parte termina un juego, algo que hemos hecho porque sí, que no es rentable, que es desinteresado, que se da en ese espacio en el que cabe lo poético y lo filosófico. Una interrupción que ha dado paso a lo absurdo y a lo lúdico a través de la persecución de algo que no tenemos ningún interés en poseer. Un desafío al porqué y el para qué que se formaliza en el espacio a través de una llave, una foto y el coche.

La fotografía funciona como una conexión espacio-temporal con un piso de Valencia, con otra serie de acontecimientos relativos consecuentes.

En el coche, los primeros signos del acto vandálico, medidos, ordenados y casi arduos. Rayadas mecánicas que nos recuerdan más a un acto expresionista que a una macarrada. La rutina y la permisividad como una fuente clara de despotencialización de la agresividad. Una superficie que se recorre con un llave, para malgastar el tiempo, que no sirve para nada.

Una invitación de Fermín, a que nos rayes el coche.

*Algunas fotos de la exposición aquí