Quiero estar en otro mundo que no sea el Selenita
Editorial "Comunidades disidentes". A*Desk
Este texto fue publicado originalmente en agosto del 2023 a través de un encargo editorial de Pilar Cruz en el marco de «Comunidades disidentes» para A*Desk
Los objetos de la colección de Rubén, la música de aquella época, el modo de vestir de sus acólitos, las escenografías que inundaban las pistas de baile, los edificios que las acogían y daban forma (y que ahora son en su mayor parte ruinas), ayudan a construir el imaginario de la Ruta. Se trata de un movimiento cultural del que apenas existen aproximaciones teóricas, ni sobre el que se ha tejido ninguna base intelectual, lleno de omisiones, de historias paralelas e incluso contradictorias, colectivo y disidente, alejado de cualquier narrativa oficialista. Sin embargo, la Ruta, fue algo más que el acto irrelevante y banal mostrado por los medios de comunicación de la época, una imagen de la que tímidamente se intenta huir en la actualidad. El bakalao o bacalao, supuso una pertenencia a una vivencia colectiva, un acto de escapismo que permitió a sus protagonistas evadirse de barreras sociales, y en cuyos antecedentes se encuentra nuestra historia más reciente y la necesaria revisión de la actitud celebratoria de la Transición. Esa suerte de espejismo social en el que parecía que todas las articulaciones construidas durante el franquismo desparecían con la redacción de la Constitución, a pesar de que, muchos de los constructos biopolítcos de la Dictadura seguían presentes en los años ochenta (y continúan coleando en la actualidad), tal y como era el caso de la regulación del ámbito doméstico. Estas normativas sociales se desafían a través de un modo de ocio nocturno extremo, que supone un claro ejemplo de finalidad sin fin, de uso del espacio compartido como un lugar de excepción, de ruptura con las convenciones, incluyendo sus bajones y malos viajes.
Leer artículo completo aquí